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Marruecos con niños. Mejor itinerario para un viaje familiar a Marruecos.

Que ver en marruecos con niños

¿Qué lugares visitarías en un viaje a Marruecos con niños? En esta publicación os cuento la ruta más interesante que podéis hacer y los lugares más destacados que ver y visitar, si viajas con niños

Aunque el país merece ser explorado a fondo, disponiendo de pocos días de vacaciones podemos conocer paisajes tan increíbles como los que atraviesa la ruta de las mil kasbashs, y que incluye a su paso numerosos oasis con exuberantes palmerales, cautivadoras cordilleras, peculiares formaciones rocosas en forma de “dedos de mono”, gargantas que cortan la respiración, pintorescas construcciones tradicionales y atardeceres entre dunas, en el desierto (más información sobre el desierto de Marruecos aquí)

Una ruta que, ciertamente no dejará a nadie indiferente, pero que nosotros recomendamos particularmente para viajar  con niños, porque supone para ellos una aventura extraordinaria, vivida de una forma cómoda y segura para todos. Además, los vuelos a Marrakech son tan increíblemente baratos (pincha aquí para hacerte una idea), que no entendemos como hay gente que aún que no ha probado este viaje.

Este recorrido en concreto hay agencias que lo ofrecen incluso en excursiones de una o dos noches al desierto, pero para poder ver y disfrutar realmente de los lugares más destacados, y no pegarte un palizón de coche, yo recomiendo pasar al menos 4 noches en ruta, tanto más si vas a viajar a Marruecos con niños. Por supuesto si puedes añadir una o dos noches al recorrido, podrás disfrutarlo más intensamente, aunque si apenas tienes una semana de vacaciones, es probable que quieras pasar al menos un día en Marrakech.

A continuación os detallo lo más destacado que se puede ver en un viaje familiar a Marruecos, visitando la ruta de las mil kasbashs, y más abajo os cuento nuestra experiencia y consejos recorriendo esta ruta con nuestros hijos

  


Viajar a Marruecos con niños. Lugares destacados en esta ruta:

Nosotros ya conocíamos el país, pero teníamos muchísimas ganas de repetir este recorrido en concreto con nuestros hijos porque sabíamos que les iba a encantar ¡y no nos equivocamos! Así que, en cuanto juntamos unos pocos días seguidos de vacaciones, ¡allá que nos fuimos!

Esta ruta se puede hacer fácilmente por libre alquilando un 4×4 y reservando los hoteles por internet. El alquiler del vehículo con conductor puede costar desde 140€ por día (incluyendo la gasolina), a lo que hay que añadir las comidas y el alojamiento. Pero sinceramente, echando cuentas, merece la pena contratar un tour privado que incluya todo esto y además un guía que nos acompañe y conduzca el vehículo durante el viaje.

Nosotros viajamos 3 familias, incluyendo 6 adultos y 6 niños muy pequeños (con edades entre 2 y 7 años), y para ello contratamos un tour de 5 días, con 3 vehículos 4×4 (uno para cada familia), y sus conductores, que nos acompañaron todo el camino, cuidando de que no nos faltase de nada y adaptando el viaje a las necesidades de los niños ¡lo pasamos pipa!

A continuación, os cuento nuestro itinerario y experiencias por si queréis tomar nota de todo lo que podéis ver en un viaje a Marruecos con niños,

  

Por supuesto un requisito indispensable antes de viajar a Marruecos con niños es contratar un buen seguro de viaje… Nosotros viajamos siempre con MONDO porque ofrece muy buenas coberturas a un precio muy económico. Pero además, lo que más nos gusta es que ofrece un servicio de consulta médica por WhatsApp, con servicio de pediatría, disponible las 24 horas. Les mandas cualquier consulta, incluso con fotos de la zona afectada, y te contestan de inmediato con una solución. Nosotros lo utilizamos mucho, para cualquier tontería que les pase a los niños.

NOTA IMPORTANTE: Si contratáis el seguro de viaje con MONDO a través de este enlace, se os aplicará automáticamente un 5% de descuento en el precio, por ser lector de nuestro blog. Pero además, si viajáis en familia, se os aplicará un 15% adicional, por ser familia.  Consulta sus precios y coberturas antes de contratar ningún otro seguro. Nosotros ya hemos hecho la comparativa de mercado y lo tenemos claro.


Día 1 de nuestro viaje a Marruecos con niños: Llegada a Marrakech

El aeropuerto de Marrakech está apenas a unos 10 minutos de la medina, por lo que un taxi no resulta caro. Pero si reservas un hotel por tu cuenta puedes solicitar que te recojan en el aeropuerto por unos 15€. Te sale algo más caro que coger un taxi en la puerta, pero puede resultar más cómodo si llegas tarde y con los niños cansados. En caso de necesitar alojamiento en Marrakech es conveniente que sea dentro de la medina, lo más cerca posible a la plaza de Jemaa el Fna, ya que algunos de los lugares más interesantes que ver en Marruecos con niños, se encuentran en sus alrededores (aquí te dejo un enlace con los hoteles más cercanos)

Nosotros teníamos 6 noches en total para disfrutar del viaje, así que para ajustarnos a los horarios de los vuelos pasamos 2 noches en Marrakech y 4 noches más haciendo la ruta de la mil kasbahs. Llegamos por la noche, bastante tarde, así que acordamos comenzar nuestro tour al día siguiente. En cualquier caso, si viajas pocos días y tu vuelo no llega a media noche como el nuestro, la mejor opción es comenzar el tour directamente en el aeropuerto y hacer noche ya en la ruta.

Nuestro primer contacto con el país fue breve, un paseíto por la plaza para comprar un poco de agua y a dormir. ¡Ojo! no comprar el agua en los puestos de la plaza porque la venden al doble de su precio. En cualquier otro sitio su precio habitual es de 6 dirhams.


Día 2 en Marruecos con nuestros hijos: Marrakech- Tizi n’Tichka – Palmeral de Skoura y Kasbah de Amridil – Valle del Dades

  

A las 08:00 de la mañana habíamos acordado que nos recogieran en el hotel para comenzar el tour, así que, tras reunirnos con los conductores que nos acompañarían durante todo el viaje y acoplar las sillas de seguridad de los niños en los coches, nos pusimos todos en ruta. Mi intención era que los niños echaran alguna cabezadita por el camino, ya que habíamos dormido muy pocas horas, pero en cuanto salimos de Marrakech comenzaron a exaltarse con todo, repito, todo lo que veían por la ventanilla; ¡mira ovejitaaaas! ¡y un burrooo! ¡mira cactus! ¡y otro burro! ¡caballos! ¡y otro burro!… ¡quien iba a dormir con tantos burros…!

Tras un rato de camino empezamos a subir el Alto Atlas, atravesando el puerto de Tizi n’Tichka, el más alto del norte de África, con una altura máxima de 2260 metros de altitud. Es conveniente llevar Biodramina para los niños en este trayecto porque la carretera tiene muchísimas curvas. Por el camino hicimos algunas paradas para hacer fotos e ir al baño, y seguimos atravesando montañas nevadas y paisajes preciosos, hasta alcanzar su punto más alto, para luego emprender la bajada. El plan era visitar la Kasbah de Ait Benhaddou ese día, uno de los lugares imprescindibles que ver en Marruecos con niños, pero hacía muchísimo viento y los niños se quejaban de que se les metía la tierra en los ojos, así que, ajustamos el itinerario para visitar otra kasbah, donde los niños no acusaran tanto las condiciones meteorológicas.

Y así fue como de forma imprevista conocimos la kasbah de Amridil. Una de las kasbashs mas bonitas que visitar en un viaje a Marruecos con niños, y cuya foto aparecía en los billetes de 50 dirhams. De enorme belleza y bien conservada, esta kasbah se puede visitar en un tour privado donde te cuentan muchas cosas sobre la forma de vida tradicional de sus habitantes (y que en nuestro caso tuvo que terminar rápido para que los niños no la destrozaran por dentro). Era evidente que ellos necesitaban correr un rato a campo abierto antes de volver a subir al coche, así que adaptamos de nuevo el itinerario.

  

Casualmente la kasbah de Amridil se encuentra rodeada por el palmeral de Skoura, que está compuesta por nada menos que unas ¡700.000 palmeras!, otro de los lugares más impresionantes que ver en Marruecos con niños, ya que es un lugar maravilloso donde pasear mientras ellos juegan libres a sus anchas. Se nos hacía tarde, pero la escena de los niños corriendo emocionados entre las palmeras bien merecía la pena el tiempo que fuera…. claro que ese día no pudimos ver las características formaciones rocosas llamadas “dedos de mono”, porque no llegamos a tiempo al Valle del Dades. Pero esa noche niños y adultos dormimos como angelitos…


Día 3 de nuestro viaje en familia a Marruecos: Valle del Dades – Garganta de Todra – Atardecer en camello por el desierto

Al día siguiente nos pusimos en marcha a las 09:00 de la mañana, y fuimos a ver los dedos de mono, en la Garganta del Dades. Unas formaciones rocosas, moldeadas por la erosión del viento, y que han sido llamadas así por su parecido con los dedos de los monos. Nosotros, siendo un grupo tan grande teníamos complicado visitar a fondo los sitios, pero si viajáis con un grupo más pequeño, es recomendable darse un paseo por entre las rocas. Es un lugar muy bonito que ver en Marruecos si viajas con niños, y merece la pena ser explorado un poco más tranquilamente.

  

Tras conocer los dedos de mono, continuamos hacia la ciudad antigua de Tinghir, un oasis de unos 35 km de largo, que impresiona por su exuberante vegetación, dentro de un paisaje árido, donde se conservan antiguas kasbahs deshabitadas. Sus habitantes, descendientes de tribus bereberes, viven principalmente de la agricultura, destacando el cultivo de palmeras datileras, que adornan el paisaje en toda su extensión.

Pero el paisaje más impresionante nos esperaba a continuación, en la Garganta del Todra. Con paredes de hasta 160 metros de altura, se abre este espectacular cañón, dejando un estrecho desfiladero por donde se puede caminar al lado del río. Este es sin duda otro de los lugares más impactantes que ver en un viaje a Marruecos con niños, por lo que si dispones de tiempo, merece la pena  echarle al menos un par de horas y darse un buen paseo por los alrededores.

  

Aún perplejos por las impresionantes vistas de las dos gargantas que habíamos visitado hoy, pusimos rumbo al desierto. Después de casi dos días de ruta, los niños seguían igual de impresionados que al salir de Marrakech, con todo lo que veían por la ventana; ¡otro burro! ¡más ovejas! ¡palmeraaaaas!

Por el camino paramos en un pozo bereber que usan todavía los nómadas para beber, lavar y dar de comer a los camellos, y después continuamos el viaje, observando cómo cambiaba el paisaje a medida que nos acercabamos al desierto. Eso sí, las palmeras nos seguían acompañando, así que, hicimos un alto en el camino para comer en un restaurante con terraza, y como no, comimos rodeados de palmeras. El precio del menú era de 90 dihams (aunque se puede comer bastante más barato), pero nosotros buscábamos lugares cómodos, donde los niños comieran bien. Los helados cuestan muy caros (20 dihams), ¡pero los piden con tanta ilusión! Que… ¡hala! ¡helados para todos!, luego ven un burro por la ventana y se ilusionan exactamente igual, pero bueno…

De nuevo en camino hacia el desierto, paramos para ver el curioso sistema de regadío antiguo que usaban para llevar el agua desde la montaña hasta el pueblo. También bajamos dentro del pozo, por donde antiguamente circulaba el agua (10 dirhams por adulto, los niños gratis). Y después nos invitaron a un té en su jaima. Disfrutamos un ratillo el momento mientras los niños correteaban felices de un lado a otro y se ensañaban con los tambores que momentos antes sonaban de la mano de los bereberes que amablemente nos acogieron en su jaima (y que ahora debían estar arrepintiéndose de haberlos soltado…)

   

Finalmente, al atardecer, y al grito de ¡mira mamaaaaaaá! ¡el desiertooooooooo!, llegamos justo ahí, al desierto, donde nos estaban esperando nuestros camellos para llevarnos al campamento de lujo. Hasta ese momento no sabíamos realmente quienes íbamos a montar en camello. A los niños les hacía mucha ilusión, pero pensábamos que seguramente los más pequeños no se atreverían, así que por si las moscas, teníamos un plan B para llegar al campamento en 4×4 ¡pero no hizo falta! Con una mezcla de, entre júbilo y temor, fuimos subiendoles a todos (cada niño con un adulto), y en cuestión de minutos ¡ya estábamos todos en marcha!

Bueno todos no, mi hijo de dos años no se acerca a nada que tenga patas, y como a su padre tampoco le hacen mucha gracia los camellos, ellos decidieron caminar (el peque colgado de la manduca, en la espalda del padre, claro). El sol se estaba poniendo y la temperatura era idónea. Lo pasamos muy bien dunas arriba y abajo, sobre todo los niños. Disfrutaron tanto que, a mi hijo pequeño, que iba andando colgado del papa, le entró una envidia enorme y acabó subiendo también a lomos de un camello. Mi hijo pequeño… que no se acerca a un perro ni por una bolsa de chuches ¡montando a camello! Increíble… ¡y mirad en la foto que bien lo está pasando!

  

A mitad de camino paramos en unas dunas. Bajamos de los camellos y disfrutamos del atardecer en medio del desierto. Fue un momento mágico, de esos que no se olvidan jamás, acentuado por la emoción de ver a los niños irradiando felicidad por los cuatro costados. Un momento precioso que vivimos con mucha emoción, contagiados también por el entusiasmo con el que estaban disfrutando nuestros hijos, corriendo libres por el desierto. Viajar es bonito, pero no hay nada más bonito que ver disfrutar a tus hijos tan intensamente durante el viaje, y este fue un momento que disfrutamos con mucha intensidad. Sin duda, el desierto es el lugar ¡más espectacular que vivir en un viaje a Marruecos con niños!

Allí entre las dunas, vimos el atardecer, y antes de que se hiciese de noche volvimos a subir a los camellos rumbo al campamento, donde llegamos ya completamente a oscuras. A nuestra llegada, nos recibió Said, un chico muy amable que nos enseñó nuestras habitaciones y nuestro equipaje. Las habitaciones fueron toda una sorpresa. Sabíamos que veníamos a unas jaimas con baño, luz y agua caliente, pero nos sorprendió lo bonitas que eran por dentro, y la cantidad de detalles preciosos de la decoración.

  

Después de dejar el equipaje y ponernos cómodos, fuimos al salón a cenar. De nuevo nos recibió Said con un té y unos piscolabis. Nos encantó cómo habían preparado la mesa, y la comida estaba buenísima. La cena se extendió bastante ya que el momento era muy agradable. Los niños acabaron rápido de cenar y se pusieron a jugar en la jaima. Viendo que había cojines por todas partes, se les ocurrió hacer un circuito de psicomotricidad, por el que iban pasando todos de uno en uno. Nos dio pena levantarnos de la mesa e interrumpir ese momento de juego, pero afuera nos esperaba una pequeña fiesta.

En el centro del campamento hicieron una hoguera, y Said y sus amigos comenzaron a tocar los tambores y la guitarra. Nos sentamos alrededor del fuego y disfrutamos del momento mientras los pequeños se iban quedando dormidos al ritmo de los tambores. Esa noche nos fuimos a dormir con una sensación muy agradable.


Día 4 del viaje a Marruecos con nuestros hijos: Desierto – Familia nómada – Pueblo negro – atardecer en el desierto

Pasamos la noche atentos a los sonidos del desierto, esa noche hizo aire, y aunque nosotros dormimos muy cómodos en nuestra jaima de lujo, podíamos oír el viento silbando afuera y cambiando las dunas de lugar. Quisimos madrugar mucho para ver amanecer en el desierto, pero cuando nos despertamos el sol ya había salido un poco. Muy deprisa, para no perdernos el espectáculo trepamos a la cresta de una duna y desde allí contemplamos como el sol acababa de elevarse entre las dunas más lejanas. Una escena que hubiera sido idílica, de no ser porque justo por donde salía el sol, nos daba el viento de frente y se nos metía la arena en la boca y en los ojos. Una pena, porque el espectáculo era impresionante. Definitivamente, uno de los momentos más mágicos que debes experimentar si viajas a Marruecos con niños.

Después de descansar un ratito en nuestra jaima, desayunamos muy bien, tipo buffet. Cargamos nuestras maletas en los coches y emprendimos de nuevo el rumbo para conocer el desierto de Marruecos un poco más. Atravesamos literalmente las dunas, para llegar hasta un asentamiento nómada, donde nos recibieron en una de sus jaimas y nos invitaron a tomar un té. Fue un momento divertido para los niños, que se agolparon alrededor de la mesa, absortos en el ritual para servirlo.

   

Después dimos un paseo por el campamento, mientras nos contaban como es tradicionalmente su medio de vida, haciendo frente a las duras condiciones del desierto. Montan y desmontan sus campamentos, siempre cerca de un pozo, hasta donde caminan diariamente para llenar sus garrafas. Construyen sus casas con telas muy resistentes para protegerse de las extremas temperaturas, y usan también barro para darles firmeza, cuando pasan largos periodos en un mismo lugar. Algo más apartado, descansa el ganado que los acompaña siempre en sus desplazamientos. Si viajas a Marruecos con niños esta es una buena oportunidad para que vean y experimenten las duras condiciones de vida que afrontan otros niños, en función de su lugar de nacimiento.

  

Después de esta visita, seguimos atravesando el desierto en nuestros 4×4. La siguiente parada, la hicimos frente a las dunas más altas que se pueden ver en Marruecos. Justo en frente se alzaban unas rocas, desde las cuales se podía admirar la grandeza de estas imponentes dunas, de hasta 150 metros de altura. Unas vistas impresionantes, empañadas en cierto modo, por el griterío de decenas de otros turistas, con los que coincidimos en este punto. Así que, tras hacernos unas fotos divertidas con los niños, proseguimos el camino hacia el pueblo negro de Khamilia, el pueblo negro del desierto.

Khamilia es sin duda otro de los lugares más interesantes que ver por esta zona de Marruecos. A nuestros hijos les suscitó mucho interés. Sus habitantes son los Gnawa, descendientes de antiguos esclavos procedentes del África Subsahariana que utilizaban la música para curar el alma, expulsar a los demonios y sanar enfermedades. Los Gnawa nos recibieron con sus cánticos y bailes tradicionales, y nos ofrecieron té y cacahuetes, mientras nos deleitabamos con su música. Después de escucharlos cantar, nos dirigimos a un hotel cercano para probar la pizza bereber, muy diferente a la italiana, pero igualmente deliciosa, que acompañaron con un arroz muy rico. Comimos bastante bien, tras lo cual nos dirigimos a nuestro hotel, para que los niños disfrutaran durante un ratito de su piscina.

  

La tarde fue muy agradable. El hotel se encontraba justo donde empiezan las dunas del desierto, por lo que la sola idea de repetir la experiencia del día anterior, viendo atardecer entre las dunas nos hacía felices. Sin embargo, los niños llevaban unas horas con una idea fija en la cabeza, resulta que el hotel tenía 2 piscinas y no podían pasar ni un rato más sin probarlas. Tampoco hacía mucho calor y el agua estaba fría, pero eso no es impedimento para un niño que se precie, así que, después de acomodarnos en nuestras habitaciones, nos dimos un pequeño chapuzón que ellos disfrutaron enormemente. Además, como era semana santa hicimos un pequeño juego con ellos, escondiendo unos huevos de pascua (de chocolate), que tardaron bastante poco en encontrar, tras lo cual salimos escopetados hacia las dunas.

De nuevo hacía aire, pero en esta ocasión el viento soplaba hacia el oeste, por lo que pudimos contemplar maravillados la puesta de sol sentados sobre una duna, mientras los niños corrían libres por el desierto en busca de escarabajos. Una sensación de libertad absoluta, de esas que, incluso después de abandonar el lugar, permanecen dentro de una para siempre. Durante unos minutos, observamos absortos como el naranja dorado del paisaje se convertía en ocre oscuro y en poco tiempo el sol desapareció entre las dunas.

  

De repente nos dimos cuenta de que teníamos hambre, así que, con el recuerdo de una de las escenas más bonitas que se pueden contemplar en un viaje a marruecos en familia, abandonamos el lugar y nos fuimos a cenar. Teníamos intención de alargar la noche, pero con el estómago lleno, uno a uno fuimos tomando conciencia del cansancio acumulado, y tuvimos que irnos pronto a la cama para descansar.


Día 6 de nuestro viaje a Marruecos con niños: Desierto – Mercado de Rissani – Oasis de Nkob

Después de probar el delicioso desayuno, tipo buffet, de este hotel nos pusimos en marcha hacia Rissani, un antiguo centro caravanero, que servía de base para las caravanas que atravesaban el Sahara en dirección Tombuctú, cargados de especias, oro y esclavos. Fue la capital comercial durante el siglo XIV y hoy en día conserva gran importancia comercial debido a su gran zoco. Todos los Martes, Jueves y Domingos, comerciantes de todas las localidades de los alrededores, se desplazan hasta este punto para vender y comprar objetos, alimentos o animales. La mayoría de ellos se desplaza en burro, por lo que una de las curiosidades más divertidas que ver si visitas esta zona de Marruecos, sobre todo si viajas con niños, es su gran aparcamiento ¡de burros!

  

Dar una vuelta por su mercado es sumergirse en una algarabía de olores y colores que no deja a nadie indiferente. Se puede ver de todo, desde especias a granel hasta cabras y ovejas. Una sucesión de escenas cotidianas que nos acercan a las costumbres y tradiciones de los pueblos bereberes que habitan en los alrededores del desierto. Y también un lugar perfecto para hacer compras. En nuestro caso, aprovechamos para comprar henna y khol natural, sin plomo, ambos por 4€, incluido el palito para el khol, que venía en un envase de madera tallada, hecho a mano ¡que no podía ser más cuqui!

  

Tras unos kilómetros de coche, hicimos un alto en el camino junto a unas acacias, para estirar las piernas y apreciar el paisaje. Una llanura que dejaba entrever como ciertamente, en el pasado, en esa zona se extendía un ecosistema similar al que existe hoy en la sabana, con las mismas características que encontramos actualmente en países como Kenia o Tanzania. Un paisaje muy bonito que podrás ver si viajas con tus hijos por esta zona de Marruecos, embellecido al fondo por la cordillera de Serwa, separando el alto del bajo Atlas.

Un par de horas después llegamos a nuestro hotel en Nkob apunto para comer. Dejamos las maletas en las habitaciones y bajamos a la terraza, donde nos habían preparado la mesa, con unas vistas asombrosas de su hermoso palmeral. La comida, que no estaba incluida en el tour, nos costó 80 dirhams el plato más las bebidas. En el pueblo se puede comer más barato, pero sólo por las vistas ya merecía la pena.

Nkob fue otro importante lugar de paso para las caravanas que viajaban en dirección a Tombuctú. Tiene muchísimas kasbashs, todas ellas construidas durante el proceso de sedentarización de la familia Ait Atta. Una antigua tribu de nómadas que tuvo mucha importancia en el país principalmente entre los siglos XV y XIX. El pueblo se halla a los pies del Jebel Saghro, y vive principalmente de la agricultura. Por eso cuenta con un imponente palmeral. Y como los verdes oasis de exuberantes palmerales componen algunos de los paisajes más increíbles que ver en un viaje a Marruecos con niños, después de descansar un rato en la terraza, Karim, uno de los chicos que trabajaban en el hotel se ofreció para enseñarnoslo.

  

Dimos un precioso paseo, observando sus cultivos y forma de regadío, tras el cual, continuamos dando un paseo por el pueblo. Caminamos entre sus viejas kasbashs y ksars, y nos entre mezclamos por un momento con sus habitantes. Nos gustó porque por un día nos salimos de lo turístico, para conocer de cerca lo más importante que hay ver en Marruecos, sus gentes. Nos contó que él mismo, cuando era niño, vivía con su familia en una de estas kasbashs, hasta que decidieron mudarse a una nueva construcción, y cómo sentimos curiosidad, nos llevó a su casa para presentarnos a su madre y hermana.

  

Las dos mujeres nos recibieron con infinita amabilidad. Hablábamos en distintos idiomas, pero el lenguaje del cuerpo es universal. Nos enseñaron su hogar tradicional bereber, y nos invitaron a un té con dátiles ¡nos encantó pasar un rato con ellos! Este fue absolutamente uno de los recuerdos más bonitos que nos llevamos del viaje.

Llegamos al hotel justo a la hora en que habíamos acordado la cena. Nos habían preparado una mesa en la jaima de la terraza, y nos sirvieron arroz con verduras y tahine de pollo con ciruelas pasas y almendras, una auténtica delicia. Estábamos solos y disfrutamos mucho la velada. Los niños incluso acabaron bailando una conga al ritmo de una canción nueva que se habían aprendido, y que, a día de hoy siguen cantando cuando se acuerdan de nuestro viaje a Marruecos. No nos acostamos muy tarde ya que al día siguiente nos esperaba una larga jornada. Como no habíamos podido visitar Ait Benhaddou el primer día, queríamos verlo a la vuelta.


Día 6 de nuestro tour en familia en Marruecos: Nkob – Kasbah de Ait Benhaddou – Marrakech

Al día siguiente nos despertamos pronto, este sería nuestro último día de viaje y tocaba hacer muchos kilómetros. A las 07:00h desayunamos, y a las 08:20h ya estábamos metidos en el coche y en marcha. Para llegar a Ait Benhaddou, desde Nkob, atravesamos el hermoso valle del Draa, el más grande del país (llega desde Zagora a Agdz) y uno de los paisajes más bellos que ver si viajas a Marruecos con tus hijos. Transcurre por el lecho del río Draa, que nutre a su paso miles de palmeras y plantaciones, formando un oasis inmenso productor principalmente de dátiles, muchos de ellos para exportar, y otros alimentos principalmente para consumo local.

En nuestra travesía, atravesamos el Anti-Atlas por su puerto de Tizi n Tnfift, admirados por su árido paisaje, y parando en algunos puntos para hacer fotos. Es una carretera con bastantes curvas por lo que, también en este tramo, conviene dar Biodramina a los niños que suelan marearse.

  

Por fin, sobre las 11:00h de la mañana llegamos a Ait Benhaddou, ciertamente uno de los lugares más impresionantes que ver en Marruecos para niños y adultos. Se encuentra en el valle de Ounila. Para acceder hay que atravesar el río, o bien por el puente, o bien saltando las piedras y sacos que hay dispuestas para ello. A nuestros hijos les pareció una aventura pasar por el río así que ¡quien quiere puentes! Ait Benhaddou es el Ksar más grande y bien conservado del país. Un recinto fortificado, que alberga un conjunto de Kasbashs (casas construidas de adobe, de la forma tradicional bereber), y que también constituyó un lugar de paso importante para las antiguas caravanas.

Fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987, y gracias en gran parte a ello y al gran número de películas para las que ha servido de escenario, ha logrado conservarse en buen estado hasta la fecha. Algunas de las películas que se rodaron allí han sido: Lawrence de Arabia, Gladiator, Jesús de Nazaret, Sahara, La Momia, La Joya del Nilo, Alejandro Magno, El Reino de los cielos, Babel y mas recientemente Juego de Tronos. En la actualidad, sirve de hogar para algunas familias. La entrada es gratuita, pero pagando unos dirhams se puede acceder a las casas y ver cómo es la forma de vida tradicional dentro de una kasbash.

  

Para visitarlo tranquilamente con o sin niños, hay que reservar al menos unas 2 horas, por lo que, para dedicarle el tiempo que se merece, parece buena idea alojarse por los alrededores y visitarlo sin prisa. En las proximidades se han construido numerosos hoteles y restaurantes para acoger a los cientos de turistas que visitan este lugar, por lo que la oferta de alojamientos es bastante variada.

Dejamos atrás Ait Benhadou, y comenzamos de nuevo el ascenso del Alto Atlas por la carretera de curvas que conocimos el primer día de viaje. Por el camino atravesamos distintos pueblos, y en uno de ellos paramos a comer. Tenían platos de tahine, cous cous o kefta por 80 o 90 dirhams.

Después de comer, visitamos una cooperativa de Argán, donde las mujeres hacen aceite, cremas, y de todo tipo de cosméticos para el cuerpo, con el aceite que sacan de estas semillas. Sin duda un lugar importante que ver si viajas a Marruecos con o sin niños. La extracción la realizan a mano, golpeando la semilla contra una piedra, como nos explicaron al llegar. La importancia de estas cooperativas en la región es enorme, y su proliferación desde hace algunos años ha servido para mejorar la calidad de vida de muchas familias.

  

En la actualidad hay cientos de cooperativas, pero convencer a las mujeres de que abandonaran sus hogares para trabajar, no fue fácil. En las primeras cooperativas, sólo trabajaban mujeres viudas o divorciadas que no disponían de otro medio de sustento. Sin embargo, la mejora en su calidad de vida animó a otras mujeres a unirse y formar nuevas cooperativas. Estas asociaciones han contribuido enormemente, no sólo alzando la economía local, sino empoderando a las mujeres que, a través de ellas, han encontrado una forma de contribuir económicamente en sus hogares. El impacto social de esto en el entorno ha sido revolucionario ya que las mujeres han adquirido mayor autonomía y poder de emancipación, además de haber contribuido de forma importante en su alfabetización.

Si viajas a Marruecos con tus hijos, no dejes de visitar una de estas cooperativas. En ellas podrán ver un claro ejemplo de la lucha y dificultades de las mujeres para salir adelante en las distintas culturas. En nuestro caso suscitó mucha curiosidad a nuestros hijos, lo que nos dio pie a introducir un pequeño debate sobre las diferencias de género en su enorme complejidad. Una de estas oportunidades que te brindan los viajes, para que nuestros hijos se interesen por la diversidad cultural.

Tras visitar esta cooperativa y comprar algunos productos emprendimos de nuevo el camino de regreso a Marrakech.

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